Mujeres zapateras

02.12.2014 12:57

 

Por Lindsay Crooks (1957-2005) South Seas Gallery, Dunedin, Nueva Zelanda

 

La luz se filtra en una monótona habitación gris donde tres mujeres mayores se encuentran totalmente absortas en su tarea de hacer botas, al mismo tiempo que cantan. Este efecto claroscuro, con los rostros bañados de luz, le da a la escena un sentido casi espiritual. A la izquierda, una señora pelirroja con gafas, vestida de azul, se apoya fuertemente sobre sus codos; sus manos (iluminadas por una lámpara de flexo) sujetan firmemente una pieza de cuero, que empuja a través del cabezal de la máquina de coser. A la derecha, otra dama vestida de azul (con una inequívoca cifosis o "joroba de viuda”) se inclina sobre una suela, rematando la costura de la plantilla que tiene entre las manos. En el centro, una dama vestida de rosa con una pistola de pegamento apoyada a la derecha de su mano se esfuerza por evitar que el adhesivo se le pegue a sus dedos (¿lleva puesto guantes?); se inclina hacia delante levantando delicadamente una plantilla destinada a una de las cuatro botas alineadas sobre la inestable mesa de trabajo que se encuentra situada frente a ella. Contenedores vacíos de color negro a ambos lados enmarcan la composición y ayudan a atraer la mirada sobre la escena. Movimiento, ritmo y un sentido de la camaradería invade y recorre el proceso de producción en la habitación. No hay una intención oculta. No hay metáforas ni simbolismo. Lo que se ve es lo que hay, la ratificación del trabajo honesto. La firma del artista y la fecha aparecen en la parte inferior de la esquina derecha.

 

Esta pintura, realizada por el artista de Nueva Zelanda Lindsay Crooks, es una de la serie de doce encargadas en 1990 por el profesor Bill Glass destinadas a ser reproducidas como postales para intercambiar con colegas extranjeros. Finalmente, Crooks completó cerca de cuarenta. Todas son acuarelas e incluyen escenas de pesca, tareas domésticas, trabajo de oficina, carpintería, la silvicultura, el trabajo agrícola, las escuelas, la horticultura, hospitales, panaderías y fábricas. Crooks hizo bocetos preparatorios “in situ” a lápiz y, posteriormente, completó las pinturas en su estudio. Su representación de los trabajadores refleja su propio enfoque sobre la vida, alegre, positiva, y tal vez un poco romántica. Se regocija en los placeres simples y en las cosas corrientes, mientras que transmite un profundo sentido de humanidad y respeto, festejando a sus zapateras como "héroes de la clase trabajadora de la vida provinciana”. Crooks fue un consumado dibujante con habilidades para realizar maravillosos dibujos llenos de vida; sus simples, aunque muy bien concebidas figuras, se mueven con una cinematográfica cámara lenta con zonas de color en la que la energía parece brotar y palpitar. Su forma y perspectiva son una reminiscencia del arte naïfcroata, su composición sugiere a Léger, y sus colores son evocadores de Dufy o Chagall.

 

Lindsay Crooks nació en 1957 en Timaru (Nueva Zelanda). Su padre era carpintero y su madre profesora de latín. Asistió a la Escuela Politécnica Superior de Bellas Artes de Dunedin, donde se graduó en 1978. Pasó los siguientes años viajando por el mundo; Rusia tuvo una considerable influencia sobre él y uno de sus cuadros todavía cuelga en el Museo Pushkin de Moscú. Después, en 1988, regresó para enseñar dibujo en la Escuela Politécnica de Dunedin. En 1999, el Departamento de Trabajo de Nueva Zelanda comenzó a utilizar sus imágenes para las cubiertas de sus informes de salud ocupacional, siendo una de las primeras la dedicada a la construcción de embarcaciones. Lamentablemente, en el año 2005 su carrera fue cruelmente truncada; sufrió un tumor cerebral y falleció ocho meses más tarde, a los 48 años.

 

Los peligros de la industria del calzado son bien conocidos y han migrado “en masa” a las economías emergentes, donde los riesgos son, a menudo, mal gestionados. Un caso muy especial, y de gran importancia en el sector del calzado, es el de los disolventes que contienen tolueno, que penetran en el organismo fácilmente por inhalación y especialmente por contacto dérmico. Entre los factores que favorecen su toxicidad destaca la ausencia de medidas de protección en el lugar de trabajo, tanto a nivel individual (mascarillas, guantes, etc.) como colectivas (cabinas de extracción).

 

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